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"Copacabana: Entre el Caos y la Esperanza, el Peatón Libra su Batalla Diaria"

En un municipio que crece a pasos agigantados, los caminantes luchan por su espacio en calles invadidas por motos, basuras, vehículos abandonados y la indiferencia.


En las calles de Copacabana, Antioquia, el peatón es un guerrero silencioso. Cada paso que da es una hazaña: esquiva motos que se adueñan de las aceras, sortea montañas de basura que bloquean su camino, se abre paso entre vehículos parqueados que convierten las aceras en estacionamientos improvisados y, en algunos casos, hasta se topa con carros abandonados que parecen esculturas de un abandono crónico. Este municipio, que se levanta con orgullo en el Valle de Aburrá, es un reflejo de la lucha diaria entre el progreso y la desidia, entre la modernidad y la falta de conciencia.


El Peatón: El Héroe Olvidado


El peatón es todos y es nadie. Es la abuela que camina con su bastón hacia la tienda, el niño que corre emocionado hacia el colegio, la madre que empuja un coche de bebé, el joven que escucha música mientras camina al trabajo. Es el actor más vulnerable de la vía, pero también el más resiliente. En Copacabana, sin embargo, su resiliencia es puesta a prueba cada día.


Las aceras, ese espacio que debería ser su santuario, son invadidas por motos que las convierten en estacionamientos improvisados. Las basuras, arrojadas sin miramientos, obligan a los peatones a bajarse a la calle, donde el tráfico ruge como una bestia indomable. Y en las intersecciones, el semáforo parece ser solo un adorno, porque el verde para los vehículos rara vez se sincroniza con la seguridad de quien camina.


La Infraestructura: Un Espejo Roto


Copacabana crece, pero su infraestructura peatonal parece haberse quedado en el pasado. Aceras estrechas, rotas, con alturas surrealistas o, en el peor de los casos, inexistentes; cruces peatonales desdibujados por el tiempo; semáforos en mal estado que parecen más un adorno que una herramienta de seguridad; y rampas para discapacitados que son más una excepción que una regla. Este escenario no solo dificulta el tránsito, sino que expone a los peatones a riesgos innecesarios, convirtiendo cada paso en un desafío.


En las calles de Copacabana, desde la farmacia Clarines hasta el San Juan, pasando por el barrio Obrero, Recreo, Las Vegas, La Asunción y La Pedrera, el panorama es desolador. Motos y carros parqueados sobre las pocas aceras obligan a los peatones a jugarse la vida en la calle, convirtiendo lo que debería ser un simple caminar en una odisea llena de riesgos. En algunos rincones, vehículos abandonados se convierten en obstáculos permanentes, testigos mudos de una indiferencia que duele.


Y mientras tanto, el peatón camina. Camina con la esperanza de que algún día las autoridades y la comunidad entiendan que una ciudad no es moderna si no es segura para quienes la recorren a pie.


La Conciencia: Una Asignatura Pendiente


Pero no todo es culpa de la infraestructura. En Copacabana, como en muchas partes de Colombia, falta conciencia. Falta entender que el peatón no es un estorbo, sino el corazón de la movilidad. Que respetar su espacio no es un favor, sino una obligación. Que un semáforo en rojo no es una sugerencia, sino una ley de vida.


Hay quienes cruzan la calle sin mirar, distraídos por el celular, y hay conductores que aceleran en lugar de ceder el paso. Ambos son parte del problema. Ambos olvidan que la vía es un espacio compartido, donde la vida de uno depende del respeto del otro.


Accesibilidad Universal: Un Derecho, No un Privilegio


En medio de este caos, surge un concepto que podría cambiar las reglas del juego: la accesibilidad universal. Se trata de diseñar calles y espacios públicos que sean seguros y utilizables por todos, sin importar su edad, condición física o capacidades. En Copacabana, esto significaría:


  • Aceras amplias y libres de obstáculos: Donde sillas de ruedas, coches de bebé y peatones puedan transitar sin dificultad.

  • Rampas y bordillos rebajados: Para que personas con movilidad reducida o discapacidad puedan cruzar sin riesgos.

  • Semáforos sonoros y señalización táctil: Que guíen a quienes no pueden ver.

  • Iluminación adecuada: Para garantizar seguridad, especialmente de noche.


La accesibilidad universal no es un lujo, es un derecho. Es la llave para construir un municipio donde todos, desde el niño hasta el adulto mayor, desde la madre con su coche de bebé hasta la persona en silla de ruedas, puedan moverse con dignidad y seguridad.


Un Futuro Caminable


A pesar de todo, hay esperanza. En cada campaña de educación vial, en cada metro de acera reparada, en cada semáforo que se sincroniza con las necesidades del peatón, hay un rayo de luz. Copacabana tiene el potencial de convertirse en un ejemplo de movilidad sostenible, donde el peatón no sea un guerrero, sino un ciudadano que camina con seguridad y dignidad.


Para lograrlo, se necesita más que normas y multas. Se necesita un cambio cultural, un pacto social donde todos, desde el niño hasta el adulto mayor, desde el motociclista hasta el conductor de bus, entiendan que el peatón es el alma de la ciudad.


Un Llamado a la Acción


Copacabana está en una encrucijada. Puede seguir creciendo a costa de la seguridad de sus peatones, o puede tomar la decisión de construir un municipio donde caminar no sea una hazaña, sino un placer. Donde las aceras sean amplias y seguras, donde los cruces peatonales sean respetados, donde el semáforo sea una garantía y no una amenaza.

El peatón lo merece. Copacabana lo merece. Porque una ciudad que cuida a sus peatones es una ciudad que cuida su futuro.


¿Y tú, qué papel juegas en esta historia? ¿Eres de los que respetan al peatón o de los que lo ponen en riesgo? La próxima vez que camines por las calles de Copacabana, recuerda: cada paso cuenta, cada decisión importa. Porque en esta batalla por la movilidad, todos somos actores. Y el final de la historia depende de nosotros.

 

Por: Jhoan Sebastián Sandoval Quintero




 
 
 

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