La violencia contra la mujer: un grito que no puede seguir en silencio
- Hablemos Copacabana
- 14 ene
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En pleno siglo XXI, cuando la humanidad presume de avances tecnológicos y conquistas sociales, una cruda realidad sigue golpeándonos en el rostro: la violencia contra la mujer. No importa si hablamos de los rincones más alejados del planeta o del corazón de nuestras ciudades, este flagelo sigue siendo una sombra que empaña los derechos humanos.
¿Cómo es posible que una de cada tres mujeres en el mundo haya sufrido algún tipo de violencia física o sexual? Esta es la pregunta que debería quitarnos el sueño a todos. Y aunque este problema es global, su eco es ensordecedor en América Latina, una región que, paradójicamente, también es cuna de movimientos feministas potentes que luchan por cambiar esta realidad.
La cara de un problema mundial
La violencia contra la mujer trasciende fronteras, culturas y niveles socioeconómicos.
Desde la mutilación genital femenina en algunas regiones de África hasta los alarmantes feminicidios en Centroamérica, el mensaje es claro: el patriarcado sigue siendo una estructura que oprime. Las cifras son escalofriantes, pero aún más aterrador es el silencio que rodea estos actos. Silencio de las víctimas por miedo, silencio de las comunidades por indiferencia y, en muchos casos, silencio de los gobiernos por cómplice omisión.
América Latina: entre la resistencia y la tragedia
Nuestra región no se queda atrás. Aquí, el feminicidio es casi un régimen de terror para muchas mujeres. ¿Cómo olvidar nombres como el de María Isabel Vélez en México o el de Josélida García en El Salvador? Historias como estas nos recuerdan que vivimos en una sociedad que, a pesar de las leyes, parece incapaz de garantizar la seguridad de las mujeres.
Pero también en esta región resisten movimientos que desafían esta realidad. El colectivo "Ni Una Menos" es el estandarte de una lucha que se niega a aceptar la violencia como una condena. Desde protestas masivas hasta artísticas intervenciones urbanas, el mensaje es claro: ni una más.
Colombia: un espejo que refleja la realidad
En Colombia, el caso de Rosa Elvira Cely marcó un antes y un después. Fue su cruel asesinato lo que impulsó la creación de la Ley 1761 de 2015, conocida como la Ley Rosa Elvira Cely, que tipifica el feminicidio como un delito autónomo con penas ejemplares. Pero una ley por sí sola no detiene el odio.
Aún hoy, muchas mujeres temen denunciar a sus agresores. La impunidad sigue siendo el fantasma que ronda los pasillos de las comisarías y los juzgados. En las zonas rurales, la situación es aún peor: la debilidad institucional se convierte en un cómplice involuntario del maltrato.
Y no podemos ignorar el impacto del conflicto armado. Durante décadas, las mujeres fueron usadas como botín de guerra. Violaciones, desplazamientos y asesinatos se convirtieron en parte de su cotidianeidad. Aún hoy, la paz no ha llegado a sus vidas.
Símbolos de la lucha contra la violencia hacia la mujer
La lucha contra la violencia hacia la mujer también se representa a través de poderosos símbolos que inspiran acción y unión:
El lazo morado: Simboliza el compromiso y la lucha contra la violencia de género. Es un emblema de solidaridad que se usa especialmente el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
El símbolo de Venus con el puño: Un círculo con una cruz hacia abajo y un puño en su interior que representa la resistencia y la fuerza feminista.
Manos pintadas de rojo: Un recordatorio visual de las vidas arrebatadas por feminicidios. Se usan en marchas y murales como denuncia y memoria.
Mariposas anaranjadas: En honor a las hermanas Mirabal, activistas asesinadas en República Dominicana, cuyo legado se conmemora el 25 de noviembre.
Huellas moradas: Simbolizan el avance hacia la erradicación de la violencia de género y el compromiso colectivo por el cambio.
No basta con indignarse, ¡hay que actuar!
La lucha contra la violencia hacia la mujer no es solo responsabilidad de las mujeres. Es un compromiso de todos. ¿Cómo podemos ayudar?
Educando desde la base: Enseñemos a las nuevas generaciones sobre igualdad, respeto y empatía. Cambiemos los discursos machistas que se esconden en los chistes y refranes cotidianos.
Apoyando las denuncias: Escuchar y creer a las víctimas es el primer paso. Las mujeres no necesitan más cuestionamientos; necesitan justicia.
Exigiendo a las autoridades: Las leyes están, pero su aplicación es lo que marca la diferencia. No podemos permitir que los victimarios sigan paseándose impunes.
En el día a día, todos podemos marcar la diferencia. No es momento de mirar hacia otro lado ni de justificar con frases como “es un problema privado”. La violencia contra la mujer es un problema de todos, y solo juntos podremos detenerlo.
¡Hablemos de esto! En Hablemos Copa, queremos abrir el espacio para que estas historias no queden en el olvido. Porque mientras una sola mujer sufra, nuestra lucha no ha terminado.
Por: Sebastian Sandoval
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